Por Paolo Frizzi y Lawrence Chong
El movimiento global de diálogo tiene necesidad de innovarse para ser más eficaz a fin de superar los actuales estancamientos en la política, los negocios y la religión.
Raúl castro, Presidente de Cuba, no es un hombre de fe, pero este mes de septiembre, mientras el Papa Francisco se convierte en el tercer pontífice en pisar la Habana para celebrar el logro diplomático, quizá comience a tornar su mirada a Dios. Las largas décadas de estancamiento en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos terminaron porque el Papa, un líder religioso y no un diplomático, creó una oportunidad discreta de encuentro y diálogo entre ambos. El avance del deshielo permitirá a millones de cubanos salir del aislamiento global y liberar poco a poco el bloqueo económico. Ambos, el Presidente Obama y Raúl Castro, han estado buscando una manera para avanzar en las relaciones entre ambos Estados, pero los instrumentos diplomáticos existentes parecen estar orientados más a fortalecer los estancamientos que a alcanzar un avance en las relaciones diplomáticas.
Desde las relaciones internacionales, la política, los negocios a las religiones, se advierten las consecuencias debilitantes que los estancamientos causan cuando las personas adoptan posiciones obstinadas, sin la intención de escuchar o reconciliarse con el otro. Con el tiempo, las tensiones escalan y los conflictos sobrevienen: el ascenso de ISIS está alimentado por sunitas frustrados que sienten que no tienen un rol en su país y por jóvenes creyentes que creen que el mundo no tolerará su existencia. Esta crisis es innecesaria y no debería estar permitido que continúe. Mientras gran cantidad de recursos están siendo dedicados al arte de la guerra, las herramientas y las vías para el diálogo no se han perfeccionado y han permanecido sin cambios.
En el caso del Papa, claramente, la iniciativa funcionó por su carisma personal, apoyado por una gran organización, que le permitió continuar avanzar con ambas partes hasta asegurarse un desenlace significativo. Sin embargo, dada la degradación generalizada de las relaciones en las sociedades y organizaciones en el mundo, no se puede depender sólo de un líder influyente como él. Por esto, hay una apremiante necesidad de innovar en el diálogo y de llevar las habilidades de diálogo a las bases. En los niveles institucionales, tanto en la política como la religión, hay estructuras globales como las Naciones Unidas y Religiones por la Paz que facilitan el diálogo. Luego, hay numerosos grupos civiles e iniciativas privadas que promueven el diálogo intercultural e interreligioso.
Sin embargo, si usted hace un análisis profundo de los presupuestos y la estructura organizacional de estas instituciones y grupos, no están suficientemente financiados para sostener el avance de procesos de diálogo. Una cuestión central es: ¿Cómo se mide el impacto y la efectividad del diálogo? Esta sola pregunta muestra lo difícil que es la mayoría de las veces lograr la financiación de estas organizaciones y por esto muchos grupos se dedican sólo a organizar eventos, que es una de las formas más visible de que el diálogo alcance cierto grado de impacto. Pero los eventos no llegan muy lejos, porque lo que está faltando es capacidad y herramientas.
“Gastamos más preparando guerras que previniéndolas”
Aquí está la incómoda verdad: mientras el mundo gasta USD$1,7 trillones de dólares al año en gastos militares, lo suficiente para destruir la tierra muchas veces, la combinación de los presupuestos de las organizaciones involucradas en el diálogo probablemente alcance apenas un 1% del gasto militar global. Es necesario que se mantenga la seguridad a través del ejercicio del “Hard power” pero también se necesitan habilidades blandas (“Soft skills”), para superar creativamente los estancamientos y prevenir o minimizar la escalada de conflictos.
La otra limitación que enfrentan las organizaciones que promueven el diálogo es que tienden a atraer a personas que ya creen en el método del diálogo. Para que el diálogo sea efectivo, es más importante contar con las habilidades y las herramientas necesarias para dialogar con las personas que están en el lado opuesto o con alguien que no cree en el proceso de diálogo. Esto requiere formación, entrenamiento, investigación y habilidades organizacionales complejas.
Necesitamos organizaciones efectivas de diálogo para moldear de forma efectiva un mundo de paz.
Después de haber estado involucrados durante casi una década en el movimiento interreligioso e intercultural, los problemas son evidentes cuando se trata de ver por qué estas organizaciones de diálogo están bloqueadas y son pocas las soluciones que alcanzan. Por esto, combinando nuestra experiencia de años en negocios, diseño y en el ámbito intercultural e interreligioso, estamos muy contentos de anunciar la formación de una nueva unidad especializada: Consulus DialogueWorks.
El objetivo de esta unidad especializada es ayudar a transformar las organizaciones existentes y organizaciones estatales involucradas en el diálogo a ser más efectivos a través del diseño de modelos de negocio.
En orden a entender la complejidad de las sociedades y de los mercados de hoy, así como para hacer frente a los desafíos globales que dichas organización enfrentan en diferentes niveles, es necesaria una estructura organizacional más orgánica e innovadora. Creemos que Consulus DialogueWorks puede ayudar a las organizaciones involucradas en el diálogo a maximizar los efectos positivos de su trabajo mediante la exploración de amplias dinámicas relacionales que comprendan la diversidad religiosa, cultural, social, en términos de practicidad y funcionalidad. El quid de la cuestión es, cómo mejorar esas relaciones, hacerlas efectivas para prevenir tensiones y construir mutuo entendimiento a fin de garantizar un desarrollo sostenible.
Nuestra experiencia nos dice que las estructuras interculturales e interreligiosas son herramientas cruciales desde las cuales es posible desarrollar modelos y plataformas capaces de sostener una coexistencia concreta dentro de las organizaciones y entre los individuos, no sólo para lograr la reconciliación y contrarrestar las tensiones, sino también para ampliar las oportunidades de innovación y productividad. Está probado que un ambiente favorable de diálogo, promueve el crecimiento creativo de las empresas, los negocios y de la economía mundial.
Basta de hablar, es tiempo de hacerlo funcionar.
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